La Alabanza en la Iglesia Hoy

La Alabanza en la Iglesia Hoy

“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” (Ef. 5:18-20)

Introducción

En los últimos 40 años ocurrieron muchos cambios profundos en las iglesias Protestantes (inclusive en las Pentecostales) con relación a los cultos, y particularmente a la adoración. Muchas de esos cambios fueron el resultado de un esfuerzo consciente de liberarse del ritualismo y liturgia y depender exclusivamente del Espíritu Santo para manifestar la presencia de Dios en los cultos Evangélicos e inspirar a los creyentes a adorar al Señor. Pero los resultados, de forma general, fueron menos que satisfactorios, como será detallado a lo largo de este artículo.

El movimiento carismático

La Situación Actual

1. El Movimiento de Renovación.
Desde la aparición del movimiento de Renovación entre los grupos protestantes en los Estados Unidos en la década de los 60, el entendimiento del propósito del culto en la Iglesia (de exaltar al Señor), el estilo de culto (que antiguamente era con reverencia y gratitud) y en particular el estilo de la alabanza (que antiguamente se concentraba en agradar al Señor) en las iglesias Protestantes (tradicionales y Pentecostales) han cambiado rápidamente. El origen de esos cambios puede ser parcialmente identificado en las conversiones que ocurrieron durante el Movimiento de Jesús.
En los años 60, muchos jóvenes que tenían un estilo hippie vinieron para la fe. Sin embargo, en vez de tener toda su vida cambiada por el Espíritu, ellos conservaron algunas formas de comportamiento y hábitos altamente informales de comunicación y de vestuario, lo que se reflejó en la forma adoptada de dar culto al Señor.
También con ellos, introdujeron los estilos musicales mundanos a los cuales estaban acostumbrados, y sobre todo, a un estilo de exhibición mecanizada. Ellos – y no El Espíritu Santo – eran responsables por la extremada informalidad conducente a la falta de reverencia en la manera de vestir y en el comportamiento en los cultos, y particularmente en el estilo de alabanza practicada en las últimas décadas por la mayoría de las iglesias calificadas como renovadas. Ese estilo de alabanza ya ha llegado a las iglesias Pentecostales e inclusive a las iglesias Evangélicas, que los utilizan para intentar atraer a los jóvenes. Ellos tendrían que haber sido ayudados por los pastores con discernimiento, pero, en muchos casos, eso no ocurrió.

2. Abordaje individual a la adoración.
Había entre ellos un abordaje individual con relación al culto, y particularmente a la adoración. Se enfatizaba la libertad en la forma en que las personas querían alabar, lo que significaba, en la práctica, libertad para la carne. Ellos confundían libertad para el Espíritu realizar lo que quería con libertad para que las personas expresasen sus emociones da manera que juzgasen adecuada. Ellos pensaban, por ejemplo, que cualquier deseo repentino de dar palmas, saltar, danzar o caer al suelo “para adorar al Señor ” era necesariamente el resultado de un impulso del Espíritu Santo.

A partir de ahí, saltar, danzar y dar palmas comenzó a ser usado como un mecanismo de llevar los “adoradores” a un estado de bendición. En vez de ser visitados por El Espíritu Santo, y como consecuencia manifestar esas formas de adoración, se comenzó a practicar esos movimientos físicos con el fin de persuadir al Espíritu Santo a visitarlos – lo contrario de la idea original.

Ellos entendían también que la crítica a su forma de adoración significaba la crítica al Espíritu Santo. Este entendimiento contribuyó para evitar cualquier tipo de juzgamiento sobre cualquier forma nueva de adoración. Una interpretación de un pasaje aislado del Antiguo Testamento era suficiente para justificar una nueva práctica, una nueva forma de adorar.
Las cosas evolucionaron y aunque no habiendo una justificativa bíblica para la práctica, ellos todavía la adoptaban. Al final, comenzaba a cambiar los 1950 años de teología de la Iglesia para justificar sus nuevas prácticas: la actitud general era de que alguien no debía procurar embasamiento bíblico para las nuevas prácticas porque la Biblia exclusivamente da “líneas generales”.

Así, la experiencia comenzó a ser enfatizada en detrimento de enseñanzas claras de la Palabra de Dios. Consecuentemente, un patrón de tolerancia con relación a las nuevas prácticas de adoración y comportamiento en los cultos comenzó a ser establecido en las iglesias del Movimiento de Renovación.

3. Falta de reverencia y orden
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Más tarde, todas las actitudes que expresaban reverencia y orden en el culto en las iglesias comenzaron a verse como ritualistas y vacías. En su lugar tendría que haber completa libertad para que cada creyente se comportara como “sintiéndose tocado por El Espíritu Santo”, como si todos estuviesen llenos del Espíritu, y fuesen capaces de oír y discernir la voz del Señor, como se fuesen maduros lo suficiente para conferir si aquel comportamiento era aceptable y agradable al Señor.

Como resultado, un clima informal de comportamiento, una familiaridad excesiva con el Señor y con El Espíritu Santo comenzó a sustituir la reverencia necesaria, el temor y el temblor delante del Señor, que son enseñanzas claras del Antiguo y del Nuevo Testamento.
En algunas iglesias, el deseable temor y reverencia delante del Señor tiende a ser sustituido por una completa informalidad al referirse al Señor y adorarlo. En muchos medios de la llamada Renovación, el temor fue sustituido por una falta de reverencia y por una indebida, y, por lo tanto chocante intimidad con el Señor. Jesús comenzó a ser tratado por los adoradores de igual a igual, como un colega. Otros comenzaron a referirse al Espíritu Santo con un exceso de intimidad.

4. Pastores sin preparo e inseguros.
En aquella época no había pastores debidamente preparados para pastorear los rebaños con las armas del Espíritu Santo, con discernimiento y sabiduría. Aquellos pastores habían sido entrenados en seminarios donde no había enseñanzas sobre como colocar en orden los dones espirituales en la Iglesia local, ni sobre como distinguir la manifestación del Espíritu de una expresión de la emoción humana (pensamientos y sentimientos humanos.

La mayoría de esos pastores no poseía una formación Pentecostal; ellos venían de iglesias Protestantes tradicionales e históricas. Sus maestros en los seminarios no pertenecían a las Iglesias donde había manifestaciones frecuentes de dones espirituales. Además, ellos ni siquiera eran usados en dones espirituales, lo que los hacia totalmente incapaces de enseñar sobre ese asunto con autoridad. Aquellos maestros no tenían el conocimiento de como juzgar las profecías o como probarlas para saber si venían del Espíritu Santo o del hombre.

Aquellos pastores también tenían miedo de desagradar a sus congregaciones. Eso se debía, en parte, como consecuencia de la manera democrática en escoger a los pastores: por elecciones democráticas y no escogidos por el Espíritu Santo. Eso pastores tenían que satisfacer sus congregaciones – aún a costa de desobedecer al Señor – para conservaren sus empleos.

Por otro lado, ellos no dirigían sus iglesias diligentemente a causa de un entendimiento erróneo con respecto a la unción del Espíritu Santo: la unción dada a un pastor era considerada la misma unción que el Señor daba a otros cristianos para desarrollaren otras funciones en la Iglesia. Ellos no entendían que habían recibido autoridad para dirigir a la Iglesia y más discernimiento y sabiduría de que los miembros comunes de la congregación como parte de la unción. Los pastores se volvieron entonces, inseguros en su función de pastorear el rebaño.

5. Falta de discernimiento.
En aquella época, una gran preocupación prevalecía en aquellas iglesias: no obstaculizar lo que el Espíritu Santo estaba operando. Como los pastores no tenían discernimiento sobre lo que estaba originando la edificación de las iglesias, y no conseguían distinguir entre la Obra genuina del Espíritu y las reacciones humanas a la Obra do Espíritu, se aceptaba todo. No se enseñaba los limites o principios para establecer el orden y la decencia (I Cor. 14:40) en el culto en la alabanza en la Iglesia. En la práctica, aquellos que se convertían se tornaban “ovejas sin pastor”.

En la década de los 80, un pastor de Indiana envió un grupo de ancianos a otra ciudad para sondear cierto movimiento espiritual y traer un relato sobre las manifestaciones espirituales que ocurrían allí. El relato fue el siguiente: “hay manifestaciones que son del Espíritu y otras que no son”. Mas ellos no se atrevieron a decir cuales eran y cuales no eran provenientes del Espíritu. El motivo era que ellos no tenían discernimiento y estaban, por lo tanto, con miedo de equivocarse y desagradar al Señor.

6. Hábitos de vestuario.
Al mismo tiempo que el Señor salvaba a muchos del movimiento hippie, los pastores se quedaban felices por la salvación de los que, tenían miedo de desagradar a estos de alguna manera al enseñar como vestirse y comportarse debidamente en un culto en la Iglesia. Por eso, y por la falta de discernimiento, elegían no instruir aquellos nuevos convertidos enseñándolos sobre la transformación completa de las vidas de aquellos que aceptan a Jesús como Señor y Salvador, sobre el deseo de Jesús de revelarse al mundo a través de nosotros o sobre la necesidad de vivir para la gloria del Señor.

Los hippies que se convertían en las playas de California – y no El Espíritu Santo – fueron los responsables por el uso de bermudas, camisetas y sandalias de playa en los cultos, por la práctica de beber y comer palomitas durante los cultos (durante el período de la alabanza y de la predicación) y esta práctica se esparció por las iglesias de la Renovación. Ellas fueron de un extremo a otro: en vez de reglas de vestimentas, optaban por la informalidad sin límites razonables y sin discernimiento. Claro es que nunca fueron avisados que todas las cosas son permitidas, mas no todo nos conviene porque muchas cosas no promueven la edificación de la Iglesia.

7. Libertad. Alabanza mecanizada.
En el área de la alabanza, no había únicamente libertad para cualquier creyente adorar al Señor como optase, sino que había también la libertad de transformar el culto en una especie de show. El coro tradicional dio lugar a un grupo de alabanza que era colocado delante en la congregación en un palco sin necesidad, cantando y actuando como estrellas de la música popular, como si ellos propios estuviesen exhibiéndose a una congregación, no al Señor. Posteriormente, en algunas congregaciones, se añadieron grupos de danzarines agitando banderas en la plataforma. Considerando que su actividad tiene el objetivo de adorar el Señor, se hace difícil justificar el hecho de que ellos cantan, danzan y tocan instrumentos en la plataforma enfocando la congregación.

Las iglesias comenzaron a reaccionar a la exhibición de esos grupos con aplausos, exactamente como la platea reacciona después del show de artistas populares seculares. También: comenzaron a agradecerles por la exhibición, como si esos grupos estuviesen en la plataforma para entretener a la congregación y, así, esperasen un reconocimiento de la platea. Se olvidaron de que, por lo menos en teoría, estaban cantando juntamente con la congregación para adorar al Señor y agradarlo, esperando el reconocimiento del propio Señor.

8. Influencia sobre otros países.
Los misioneros y evangelistas carismáticos norteamericanos que fueron trabajar en el extranjero comenzaron a propagar ese tipo de “alabanza emocional” y “alabanza en el palco” en otros países. Las nuevas iglesias iniciadas por ellos adoptaron ese tipo de alabanza como si fuera el único que proporcionase “libertad al Espíritu” y como si hubiera sido revelado por el Señor a la Iglesia de hoy.

Esa influencia ultrapasó las nuevas iglesias iniciadas por esos misioneros y evangelistas, alcanzando Iglesias pentecostales que fueron iniciadas a partir de los años 90 y hasta congregaciones pentecostales tradicionales en diferentes partes del mundo, inclusive en Europa Oriental y en los países de la antigua Unión Soviética.

Principios Bíblicos sobre la Alabanza

1. La alabanza a lo largo de la Historia.
Sobre este asunto de la adoración al Señor en los cultos públicos, se tiene que tener siempre en mente que los verdaderos adoradores no surgieron en la Iglesia con el Movimiento de Renovación. Si alguien dijere eso, estará negando que siempre ha habido una Iglesia fiel durante toda la historia, que siempre fue capaz de agradar al Señor. También estaría negando que el Señor siempre fue victorioso, siempre contando con una Iglesia fiel.

No se puede descartar la manera con que el Señor viene siendo adorado por la Iglesia fiel y aún por los movimientos Pentecostales en sus mejores momentos, aún antes de la aparición de estos movimientos de Renovación espiritual. Una evidencia a esa realidad son los himnos con letras profundas que edifican a la Iglesia y exaltan al Señor de una manera que raramente alcanzan los himnos que aparecieron en los últimos 30 años.

Es obvio que siempre ha habido una Iglesia espiritualmente vacía que no tenía gracia y que substituía la operación del Espíritu Santo por una liturgia vacía. Entretanto, siempre ha habido una Iglesia fiel que alababa al Señor de una forma que es agradable a Él, especialmente en los tiempos de avivamiento de la fe y, particularmente, desde que el Señor comenzó a derramar de Su Espíritu sobre toda la carne a partir de la segunda mitad del siglo XIX (el movimiento pentecostal).

La manera de adorar que consideraremos, no es solamente bíblica, sino que actualmente se está viviendo por Iglesias que aprendieron a adorar al Señor en Espíritu y en verdad. El Señor manifiesta Su satisfacción con la alabanza de esas Iglesias y, en respuesta, las edifica.

Conviene notar, a ese respecto, que, cuando El Espíritu Santo, por intermedio del Apóstol Pablo, decidió revelar a la Iglesia como debería desarrollarse un culto de adoración, Él se refiere, en I Cor 14:23-32, apenas a dones espirituales (lenguas, revelación, interpretación), a alabanzas a través de los Salmos y a la enseñanza, dando instrucciones específicas sobre como los dones deben de ser usados con sabiduría, siendo juzgados y utilizados con decencia y orden (versículo 40). El no habla sobre la posición en que los creyentes deben cantar (sentados, postrados, de pie), ni sobre expresiones corporales (manos levantadas, palmas, danza, etc.). Eso, porque lo importante en un culto, del punto de vista del adorador, es el corazón, es una adoración en Espíritu y en verdad, y, del punto de vista de Dios, es Su capacidad de hablar a Su pueblo, para edificarlo y dirigirlo.

2. Propósito: adorar al Señor.
El objetivo principal de la existencia de la Iglesia es que cada miembro en particular adore al Señor proclamando sus virtudes y gracias y manifestar nuestra gratitud por sus misericordias y dádivas. Ese también es el objetivo de cada culto en una Iglesia verdaderamente Cristiana.
Cuando la Iglesia se reúne en un culto, el propósito no es el de tener un período bendecido, buscar placer espiritual como la alegría del Señor, o incluso recibir bendiciones específicas, sino su objetivo es el de adorar al Señor por Su majestad y Señorío, el de manifestar gratitud por Sus bendiciones.

3. Inspiración: agradar al Señor.
La Iglesia no alaba para agradar a sí misma (agradar a la carne), o porque le es agradable ser visitada por El Espíritu Santo. La Iglesia alaba para agradar al Señor, que es el foco del culto. La preocupación principal de la Iglesia en un culto es agradarle.

En ningún lugar de la Biblia se dice que los creyentes deben alabar de la manera que les agrada. Todas las enseñanzas bíblicas exhortan a adorarle como Él quiere. “Dios busca adoradores que le adoren en Espíritu y en verdad”. La verdadera adoración tiene que ser dirigida por El Espíritu Santo, que exalta exclusivamente a Dios el Padre y al Señor Jesús.

A pesar de estas enseñanzas, en algunos movimientos cristianos hoy día, aún hay el entendimiento de que el período de alabanza tiene que ser agradable a la iglesia, ellos deben divertirse, tener placer, sentirse bien. Es por eso que en muchas iglesias hay la iniciativa para que los creyentes hagan lo que les agrada durante el período de la alabanza.
Entretanto, la sensación de la presencia de Dios, la alegría y el amor que llena sus corazones tienen que ser apenas un subproducto de la verdadera adoración, y no un fin por sí mismo. Debemos regocijarnos porque el Señor está siendo exaltado y porque Su gracia está siendo anunciada, no porque nos gusta sentirnos bien.

4. Actitud: reverencia y temor del Señor.
La Biblia nos dice que debemos tener una actitud de reverencia cuando entramos en la presencia del Señor. Recordémonos de la experiencia de Moisés cuando Dios mando que quitase sus calzados porque estaba en tierra santa. En el libro de Hebreos, aprendemos que por la sangre de Jesús tenemos libertad para entrar en Su presencia. Mas el mismo libro nos enseña que hay que tener temor en Su presencia, porque Dios es fuego consumidor (Heb. 12:28-29).

Una actitud de reverencia delante del Señor puede demostrar el temor del Señor (el principio de la sabiduría, Prov. 1:7) que es compatible con el amor y la confianza en su misericordia y que, por lo tanto es exigido a todos los creyentes por la Palabra de Dios. Dios no cambió en función de los tiempos modernos (Mal. 3:6).

La reverencia es manifiesta por una actitud compatible, en el comportamiento y aún en la manera uno vestirse. La reverencia exige una actitud especial al aproximarnos al trono del Dios vivo (Ex. 3:5). Aún que, en cierto sentido, vivimos en la presencia de Dios y Jesús viva en nosotros por el Espíritu Santo, cuando venimos a un culto para adorar al Señor junto con la Iglesia, este es un evento especial para los creyentes y para el Señor. Tenemos un encuentro especial con el Señor. Él se manifiesta de una manera especial en cada culto (Mat. 18:20). La apariencia externa tiene que reflejar la realidad de la reverencia interior.

Nuestro Padre Celestial puede aceptar la adoración de nuevos convertidos que todavía no fueron debidamente instruidos sobre el temor y la reverencia. Sin embargo, para ofrecer una alabanza que sea perfectamente digna del Señor, el creyente tiene que aprender a alabar con todos esos sentimientos en su corazón.

5. Movidos por gratitud y amor.
La Iglesia debe adorar también con amor y gratitud en su corazón (I Tes. 5:18). Si estos elementos no estuvieren presentes, el creyente no puede adorar al Señor.

En el medio de algunas personas se creía que los cristianos deberían manifestar en el culto al Señor el mismo tipo de emoción que las personas manifiestan en conciertos de Rock o partidos de fútbol cuando aplauden sus ídolos o sus hechos. Eso no es correcto porque esas manifestaciones son propias para expresar emociones profanas; son fruto de sentimientos de la carne.

Los sentimientos provocados por El Espíritu Santo tienen que ser expresados por el corazón: el Señor no mira de una persona su parecer, mira su corazón (I Sam. 16:7). Por lo tanto, los sentimientos santos deben expresarse con oración, salmos y cánticos espirituales de todo nuestro corazón y de toda nuestra alma (Ef. 5:19-20). En el Nuevo Testamento, estas son las únicas exigencias a los creyentes.

6. Resultados: visitación del Espíritu Santo y alegría del Señor.
No se debe confundir causa y efecto. Al llegar en la presencia del Señor, podemos todavía no estar dispuestos a alabar a causa de las preocupaciones con nuestra vida diaria, etc. Es por lo que debemos iniciar todos los cultos con un momento de contrición, confesando nuestros pecados al Señor, pidiendo perdón, y pidiendo que El Espíritu Santo críe en nosotros la disposición para la alabanza, colocando gratitud verdadera en nuestros corazones. En respuesta a las oraciones de la Iglesia, El Espíritu Santo visita los creyentes dándoles la condición espiritual para adorar al Señor, colocando reverencia, temor, amor y gratitud en el corazón de los siervos.

Entonces, la Iglesia es capaz de comenzar a alabar al Señor en Espíritu y en verdad, porque el Señor habita entre las alabanzas de Israel (Sal. 22:3). A medida que la Iglesia sigue alabando, la alegría del Señor se manifiesta cada vez más en medio de ella y hay todavía más Disposición para adorarle.

7. Dios mira el corazón.
En el Nuevo Testamento, no hay enseñanzas específicas sobre la posición de las personas cuando la Iglesia alaba al Señor. Cuando Jesús habla de adoración, Él menciona que tiene que ser “en Espíritu y en verdad” (Jn. 4:23-24). Pablo dice que todo en nuestros cultos tiene que ser hecho con “y decencia orden” (I Cor. 14:40).

Entretanto, en esta área se debe aplicar algunos principios bíblicos. Un principio que se puede haber olvidado en las iglesias Cristianas es el hecho de que el Señor está más preocupado con la condición de nuestros corazones de que con los movimientos externos de nuestros cuerpos cuando le adoramos. Claro es que se puede decir que si la Biblia dice que los siervos deben comparecer delante del Señor con reverencia y temor, la posición de sus cuerpos tiene que ser acorde con esos sentimientos.

En el Antiguo Testamento, el Señor dijo a Samuel que no mira como mira el hombre. El hombre mira la apariencia exterior pero el Señor mira el corazón. Se puede transferir la lección para el área de la adoración y decir: cuando los siervos le adoran, Él desea ser adorado con alabanza y gratitud, reverencia y temor, con todo corazón, el alma y el entendimiento.

Si alguno no tiene la dirección del Espíritu, puede equivocarse considerando las experiencias que Israel tuvo en el tiempo del Antiguo Testamento y establecer un código de adoración para la Iglesia. Ese seria, sin embargo, un mal uso del Antiguo Testamento.

8. Únicamente vidas transformadas son dignas de adorarle.
Una manera excesivamente informal de vestir en los cultos y una indebida intimidad en dirigirse al Señor reflejan la falta de conocimiento sobre cómo debemos presentarnos delante del Señor. También revelan que el proceso de transformación que El Espíritu Santo está operando en la vida de quien aún está en un escalón inicial o hasta mismo que fue interrumpido.

La Iglesia debe ser enseñada que cuando alguien se convierte al Señor, tiene que abandonar las viejas costumbres de vestirse, hablar y comportarse enseñadas por el mundo y que a veces llegan a ser incluso inmorales. Los pastores deben aprender a tener coraje de enseñar a los nuevos creyentes sobre ese asunto. Cuando se aprende sobre la historia de la Iglesia, se aprende que la Iglesia fiel siempre se preocupo con eso.

9. Preparo espiritual.
Por otro lado, la Iglesia ha descuidado la importancia del preparo espiritual de los instrumentistas y cantores, dando mayor importancia a la capacitación técnica. La belleza estética, que estimula las emociones, ha llegado a considerarse suficiente para tocar los sentimientos de la congregación durante la alabanza.

No obstante, el Señor ha revelado a Su Iglesia que, para que instrumentistas y cantores de un coro o grupo de alabanza puedan alabarle, es indispensable que estén viviendo en santificación, dando buen testimonio a la Iglesia y al mundo. También se deben preparar para la alabanza con oración y ayuno. La importancia de la alabanza requiere tal preparo espiritual para que vidas puedan ser usadas como instrumentistas o cantores.

De ese modo, cuando un grupo de alabanza – cantores e instrumentistas – es usado por el Señor, El Espíritu Santo visita a la congregación, operando sanidad y liberación, como ocurría cuando David tocaba su arpa (I Sam. 16:23). La Iglesia aprendió, así, que la capacitación espiritual viene en primer lugar; la capacidad de tocar con técnica y arte viene en segundo lugar (Sal. 33:3).

Alabanza sin Límites Bíblicos

1. Biblia: única regla de fe y práctica.
La Biblia debe de ser la única fuente de doctrina y práctica. Enseñanzas bíblicas impiden que dejemos los límites seguros establecidos por el Señor para el desarrollo de nuestras vidas espirituales. Entretanto, la tendencia de muchos sectores del Movimiento de Renovación ha sido la de minimizar la importancia de los limites bíblicos por falta de conocimiento de la seguridad que la Biblia ofrece a cada uno de los creyentes. Además, ellos tienden a basar parte de su fe y de su práctica en la experiencia y no únicamente en la Biblia.

2. Posibles errores.
En el área de la alabanza, esas actitudes con relación a la Biblia permitieron que se cometiesen otros errores:

a) Ignorar la importancia de la alabanza de la Iglesia fiel por toda la historia; por falta de conocimiento de la historia de la Iglesia, los llamados renovados tienden a pensar que la verdadera adoración apareció en la Iglesia como resultado del movimiento de Renovación;

b) Basar la doctrina de la alabanza en “experiencias” de personas que ellos consideran ser, o incluso son, muy espirituales.

3. Peligro de fuego extraño.
La alabanza mecanizada (en la plataforma), acompañada de música ejecutada de forma a estimular emociones y sentimientos “espirituales”, conforme lo mencionado arriba, pasó a sustituir, frecuentemente, el verdadero fuego del Espíritu Santo. Se trata de un tipo de alabanza que promueve sentimientos esté El Espíritu Santo operando, o no; un estilo de alabanza que estimula las emociones aún siendo entonado en un templo verdaderamente cristiano o en un templo de otra religión, o sus practicantes estén viviendo en santificación o estén viviendo en el pecado.

Sin embargo, el Señor no se agrada del llamamiento a las emociones por esos medios. El Señor los designa de “fuego extraño” (Lev. 10:1-3). Solamente El Espíritu Santo debe estimular las emociones de los fieles; El Espíritu Santo es suficiente para suscitar sentimientos de loor y adoración en los corazones de los creyentes, generando gratitud y el deseo de exaltar el nombre del Señor Jesús.

4. Misticismo.
Como consecuencia de esos errores, la Iglesia era incapaz de ofrecer una adoración verdadera. Por eso, la Iglesia comenzó a padecer algunos problemas. Primero, la falta de adoración espiritual dentro de los límites bíblicos llevó muchos siervos al misticismo. Por misticismo queremos decir permitir experiencias en el ámbito espiritual que son sancionadas por las Escrituras. Acoger esas experiencias místicas sin el aval bíblico sobre su origen santo tuvo el resultado no deseado de permitir que Espíritus engañadores se manifestasen en medio de ella. La única garantía contra el misticismo y esa consecuencia dañina es mantenerse dentro de los límites bíblicos.

Finalmente, las experiencias místicas pueden incluso, en una primera fase, agradar a los adoradores ingenuos que hasta pueden sentirse bien con respecto a ellas. Pero a largo plazo resultarán en opresión al creyente, no importando cuan sincero sea él.

El contenido del período de la alabanza

1. Himnos de loor cantados por la congregación.
La Iglesia debe de estar alerta para cantar himnos que contengan un mensaje profundo, presenten un contenido más espiritual que edifique el creyente e que también lo estimule a adorar; o sea, un himno a través del cual El Espíritu Santo pueda operar a su manera en el corazón del creyente.

La Iglesia no necesita repetir muchas veces un himno como si fuese agradar más al Señor o, en la peor de las hipótesis, permitir al Espíritu Santo trabajar más en la vida del adorador para que él o ella sienta más alegría y otros sentimientos buenos. Eso es peligroso porque técnicas religiosas modernas de religiones místicas usan ese tipo de repetición interminable porque saben cómo la repetición de una misma melodía o ritmo tiende a producir una atmósfera que hace con que las personas sientan emociones que las hagan creer que poderes sobrenaturales se están moviendo.

La Iglesia no necesita esas técnicas para producir emociones. Al cantar un himno inspirado por El Espíritu Santo una vez (basado en enseñanzas bíblicas) de una manera sencilla, sin sofisticación, aún que tocado por un conjunto sin técnica. El Espíritu Santo opera y edifica a los creyentes fortaleciendo su fe en la presencia del Señor, haciendo con que le alaben de todo corazón y con todo el entendimiento, siempre y cuando la Iglesia viva en santificación y, particularmente el grupo de instrumentistas y cantores con un buen testimonio, ore y ayune por su actividad en la Iglesia.

2. Acompañamiento por instrumentistas en el Espíritu.
El Señor mostró que, al contrario, deberíamos preocuparnos en adorarle. Por tanto, la condición espiritual de los miembros del grupo de alabanza debe de ser de fundamental importancia. La habilidad técnica debe de venir en segundo lugar. El motivo es sencillo: el Señor quiere que El Espíritu Santo se mueva en medio de la congregación como resultado de la alabanza de los instrumentistas y cantores.

3. Oraciones de alabanza por la congregación.
Durante el período de la alabanza, el Señor se agrada de recibir la alabanza a través de oraciones de todos los tipos de siervos en la congregación: niños, jóvenes, adultos y mayores. El Señor se satisface no apenas con oraciones del grupo de alabanza y del pastor, sino también de los creyentes de forma general.

4. Una actitud adecuada a la operación del Espíritu.
Cuando la Iglesia se reúne para adorar al Señor en un culto regular, normalmente sus miembros verdaderamente no están todavía preparados espiritualmente para ofrecer una alabanza en el Espíritu. Es necesario, consecuentemente, un período inicial de contrición cuando es dada la oportunidad para que puedan confesar sus pecados y buscar liberación de la preocupación con los problemas, a fin de que puedan concentrarse en la alabanza al Señor.

Por esa razón, en el período inicial del culto El Espíritu Santo normalmente no manifiesta la presencia de Dios poderosamente en la Iglesia como un todo. Consecuentemente, la adoración debe ser moderada, siendo entonados cánticos que inviten los fieles a “entrar en la presencia de Dios”. Así, en ese período inicial del culto la Iglesia no debe de ser estimulada a la alabanza con gran fervor, como si El Espíritu Santo ya estuviese operando poderosamente en medio de ella. Eso significaría traer “fuego extraño” delante de la presencia del Señor.

Pero luego que El Espíritu Santo comience a tocar y libertar a la congregación, Él moverá la alabanza de una forma más libre y calurosa que reflejará esa visitación. Aún así, los creyentes deben de ser cautelosos en controlar su comportamiento de forma a no llamar la atención sobre si mismos, pues durante un culto ellos deben concentrar su atención apenas en el Señor Jesús, evitando comportamientos bizarros que lleven los visitantes a creer que perdieron la razón o el sentido común.

5. La manera de adorar debe ser compatible con el culto público.
Si yo estoy solo en casa adorando al Señor, tengo libertad de adorarle de una manera más libre. Me puedo postrar con mi rostro en el suelo; puedo bailar de felicidad. Pero si estoy en un culto público, yo tengo que tener cuidado con (1) el orden en el culto (I Cor. 14:40), (2) no perturbar a otros y (3) no escandalizar a los visitantes, que pueden pensar que no estoy en mi juicio normal (I Cor. 14:23, 29-33).

6. Emociones humanas no tocan el corazón del Señor.

Considérese el ejemplo del arca en medio de Israel en los tiempos de Elí y Samuel, cuando fue tomada de los Filisteos (I Sam. 4:3-11). El Señor no fue tocado, no manifestó Su presencia con gracia en medio de Israel cuando los Israelitas trajeron el Arca y se regocijaron y gritaran porque estaban convencidos que el Señor estaba entre ellos. Ellos tenían “fe” y entusiasmo, no obstante el Señor no estaba entre ellos porque ellos no vivían en santificación, agradando al Señor.

Conclusión

El Señor acepta la alabanza de Su pueblo solamente cuando los instrumentistas y cantores por un lado, y la congregación por otro, están viviendo en el Espíritu, en santificación y en obediencia al Señor y acude al culto con gratitud en su corazón para alabar al Señor.
Antes de comenzar a cantar al Señor y ofrecer oraciones de glorificación y gratitud, los creyentes deben demostrar reverencia, temor al Señor y amor por el Señor. Deben, aún, estar en Comunión unos con otros y estar sirviendo al Señor.

Cuando el culto comienza, los creyentes deben buscar una Comunión más profunda con el Señor a través del poder de la sangre de Jesús, que limpia los creyentes de todo el pecado. Solo entonces el Señor aceptará su alabanza y visitará y edificará Su pueblo.

Cuando El Espíritu Santo, decidió revelar a la Iglesia como debería desarrollarse un culto al Señor, Él se refiere, en I Cor 14:23-32, apenas a dones espirituales (lenguas, revelación, interpretación), a cánticos por medio de los Salmos y a la enseñanza, dando instrucciones específicas sobre como los dones deben ser usados con sabiduría, siendo juzgados y utilizados con decencia y orden (versículo 40). Él no habla nada referente a la posición en que los creyentes deben cantar (sentados, postrados, de pie), ni sobre expresiones corporales (manos levantadas, palmas, danza, etc.).

Lo primordial en un culto ofrecido por la Iglesia al Señor es que el creyente se presente como un verdadero adorador, listo para adorarle en Espíritu y en verdad. Cuanto a Dios, lo fundamental en un culto es la posibilidad de que Él hable a Su pueblo, edificándolo y corrigiéndolo. Esa adoración abre el camino para que el Señor pueda manifestar Su gloria, expresándose por medio de los dones espirituales, inclusive con señales que llevan a la salvación de los no creyentes.